Aproximadamente el 88% de las plantas con flores, llamadas angiospermas, son polinizadas por animales. La mayoría de ellas depende de los insectos que visitan las flores para ser polinizadas. A este suceso se la llama entomofilia, y parece ser bastante común y extensa en las plantas carnívoras.
No obstante, como ya te habrá pasado por la mente en algún momento, el éxito reproductivo de las plantas carnívoras se puede ver comprometido si los polinizadores son capturados, dando lugar al "conflicto polinizador-presa" (en adelante PPC).
Aunque del conflicto polinizador-presa, hablamos más extensamente en este artículo. es importante añadir que varios autores apuntan a que las plantas han evolucionado adaptando mecanismos para reducir el PPC, como modificaciones en patrones de color en las trampas, distancia entre flores y trampas, separación temporal entre flores y trampas, cuyas adaptaciones han sido interpretadas como mecanismos para reducir el riesgo de que los polinizadores aterricen en las trampas de las plantas carnívoras en vez de hacerlo en sus flores.
Una vez la polinización ha ocurrido, las plantas deben producir semillas, una estructura que aumenta la viabilidad de la especie, y que debe ser esparcida para colonizar el mayor número de sitios y como os podréis imaginar, todo este proceso es también muy costoso energéticamente. La mayoría de las plantas carnívoras producen numerosas, pequeñas y muy ligeras (< 5 mg) semillas que deben establecerse en hábitats oligotróficos, es decir, pobres en nutrientes.
Las semillas pueden variar inmensamente en tamaño y forma, lo que afecta considerablemente a como éstas son dispersadas. A pesar de que la reproducción vegetativa puede jugar un papel importante en momentos puntuales para mantener el nivel de individuos en una población de plantas carnívoras, lo cierto es que la persistencia y la colonización de nuevos habitats depende en mayor medida de las semillas.
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