5 de Septiembre de 2016
Apenas habían pasado 18 horas de nuestra llegada en coche a Bilbao desde Madrid cuando nos decidimos junto con Kike a subir el monte en busca de las Pinguiculas, concretamente Pinguicula grandiflora. Recordar que 48 horas antes estábamos a 2100 metros sobre el nivel del mar en Peñalara (Sierra de Guadarrama, Madrid), donde no había sido posible el avistamiento de Pinguiculas, aunque si de Drosera rotundifolia.
La primera foto subiendo al monte data de las 17:15h, y poco faltaba para ver los primeros rastros de las plantas carnívoras. Las charcas empezaban a aparecer, zonas sombreadas y con abundante vegetación y por supuesto la roca arenisca, roca de origen sedimentario sobre la cual suelen crecer las Pinguicula.
Tras unos km de subida en coche llegábamos a una zona dónde aparcar el coche a unos 700 m de altura. Las vistas dejaban ver el mar y Portugalete.
A las 17:45 empezaba la excursión y búsqueda de las Pinguiculas creciendo en la naturaleza. Era ya un poco tarde para empezar, ya que la idea era recorrer unos cuantos km, meternos de lleno en los bosques y llegar a una pequeña turbera, hogar de Drosera rotundifolia. La puesta de sol era a las 20:43h y aunque teníamos 3 h, cada parada para documentar y fotografiar las especies nos podía alejar de llegar a la turbera con luz, y estar de vuelta a tiempo.
A pesar de alguna subida muy light, prácticamente todo era sendero de fácil camino.
Tras unos centenares de metros ya se veían los bosques de Pinus radiata.
Para encontrar las plantas carnívoras rastreábamos pequeños arroyos de agua, riachuelos o cascaditas sobre roca arenisca o incluso sobre roca calcárea, ya que se han documentado poblaciones de P. grandiflora creciendo sobre los carbonatos de calcio.
Por suerte, las Pinguicula no se hicieron de rogar, y tras unos muestreos negativos cerca de un riachuelo que bajaba en el lateral del camino, dimos con un pequeño escarpado orientado hacia el norte, la cara más húmeda, dónde crecían las esperadas Pinguicula grandiflora.
En efecto, las plantas carnívoras crecían sobre una fina capa de musgo (no sphagnum), parcialmente descompuesto, con una continua película de agua que mojaba sus raíces. Lo más llamativo es que dicha capa de sustrato apenas medía 1 cm de grosor, en una pared totalmente vertical. Es por todos conocido el escaso sistema radicular de las Pinguicula, pero a pesar de todo, la continua cortina de agua no había despegado ningún ejemplar de la roca.
En la fotografía de la izquierda se puede apreciar la verticalidad de la roca y la gran cantidad de individuos creciendo libremente. Realmente me impactó la gran densidad que puede abarcar esta especie. No obstante, debo reconocer que competitivamente hablando, tiene mucha más ventaja que las plantas adyacentes. Para empezar, el hecho de crecer en en una capa tan fina de sustrato por tener pocas raíces le confieren una gran capacidad para colonizar zonas que otras plantas superiores ni pueden pretender, debido a su peso. En este caso, la roseta basal totalmente compacta de P. grandiflora permite pegarse a la pared y aguantar chaparrones sin despegarse. Además, el hecho de ser carnívora le permite una gran ventaja para obtener nutrientes y por lo tanto crecer en estos sustratos pobres, tanto en profundidad como en calidad edáfica.
Debido a la época de la excursión, la P. grandiflora ya no estaba en flor, aunque algunos individuos nos deleitaron con algunas capturas, como la que se muestra a continuación, de un mosquito. A pesar de que no se aprecia la especie del mosquito, diría que es un mosquito común (Culex pipiens).
La práctica totalidad del sendero pasaba por un bosque de pino reforestado con Pinus radiata, una especie que a pesar de no ser nativa de España, se introdujo por su facilidad de adaptación al clima templado, su velocidad de crecimiento y por lo tanto para la obtención de carbón vegetal. No obstante, antes de esta reforestación, estas montañas fueron el habitat de bosques de roble.
A pesar de haber sido un verano ligeramente seco en el país vasco, era común encontrar riachuelos que cortaban el camino y nos obligaban a pasar sobre rocas para evitar encharcarnos los zapatos.
El agua era un signo de posibles poblaciones de plantas carnívoras, pero nos llevamos una grata sorpresa al encontrar parches de sphagnum creciendo en los márgenes del camino. Algunos de ellos en perfecto estado y otros ya deshidratados por haberse secado el afluente que irrigaba sus tejidos.
Como era de esperar, rastreando cerca del agua nos encontramos con otra población de P. grandiflora. Aunque como veréis a continuación, éste individuo nos daba la bienvenida con una presa inesperada.
Pero pasaban las horas y tras tomar algunos caminos erróneos, la puesta de sol se nos acercaba, y el coche y la posible turbera con Drosera se nos alejaban más a cada minuto. Ante la posibilidad de volver con oscuridad, tuvimos que empezar a correr.
Por fin, detrás de una curva del camino, vimos una extensión de musgo sphagnum y a sus alrededores turba. Habíamos llegado a la turbera. Ahora solo nos faltaba encontrar las Drosera. Y no tardamos en dar con ellas.
Por desgracia, no éramos los únicos que habíamos encontrado esta turbera, el ganado había llegado antes y sus pisadas llenaban toda la turbera. Al ser un sustrato encharcado, las pisadas llegaban hasta los 20 cm de profundidad, arrastrando incluso, algunas Droseras. Las carnívoras estaban situadas en una zona de pinar abierto, con algunas horas centrales de luz directa, aunque totalmente rodeadas de pinar. Deducimos que esta población está condenada a desaparecer a medida que el pino gane terreno y la escasa luz que penetra a la turbera se vaya atenuando todavía más, hasta que sea insuficiente para el desarrollo de las Droseras, ya que entre los pinares y las plantas de la família Poaceae que crecen de manera natural, condicionarán la supervivencia de las cada vez más escasas plantas carnívoras.
Finalmente a la vuelta nos encontramos cara a cara con algunas vacas, en un camino muy estrecho que nos miraban fijamente. Con un poco de incertidumbre y tras la negociación de Kike con ella, conseguimos pasar.
A pesar de todo, la puesta de sol nos había atrapado, aunque caminando rápido pudimos llegar al coche con luz.
Deseo dar las gracias a Kike y a Iratxe por guiarnos por esos caminos y por enseñarnos ese rinconcito donde todavía se pueden encontrar plantas carnívoras creciendo en la naturaleza.
Apenas habían pasado 18 horas de nuestra llegada en coche a Bilbao desde Madrid cuando nos decidimos junto con Kike a subir el monte en busca de las Pinguiculas, concretamente Pinguicula grandiflora. Recordar que 48 horas antes estábamos a 2100 metros sobre el nivel del mar en Peñalara (Sierra de Guadarrama, Madrid), donde no había sido posible el avistamiento de Pinguiculas, aunque si de Drosera rotundifolia.
La primera foto subiendo al monte data de las 17:15h, y poco faltaba para ver los primeros rastros de las plantas carnívoras. Las charcas empezaban a aparecer, zonas sombreadas y con abundante vegetación y por supuesto la roca arenisca, roca de origen sedimentario sobre la cual suelen crecer las Pinguicula.
Tras unos km de subida en coche llegábamos a una zona dónde aparcar el coche a unos 700 m de altura. Las vistas dejaban ver el mar y Portugalete.
Zona de aparcamiento a 700 m de altura |
A las 17:45 empezaba la excursión y búsqueda de las Pinguiculas creciendo en la naturaleza. Era ya un poco tarde para empezar, ya que la idea era recorrer unos cuantos km, meternos de lleno en los bosques y llegar a una pequeña turbera, hogar de Drosera rotundifolia. La puesta de sol era a las 20:43h y aunque teníamos 3 h, cada parada para documentar y fotografiar las especies nos podía alejar de llegar a la turbera con luz, y estar de vuelta a tiempo.
A pesar de alguna subida muy light, prácticamente todo era sendero de fácil camino.
Tras unos centenares de metros ya se veían los bosques de Pinus radiata.
Para encontrar las plantas carnívoras rastreábamos pequeños arroyos de agua, riachuelos o cascaditas sobre roca arenisca o incluso sobre roca calcárea, ya que se han documentado poblaciones de P. grandiflora creciendo sobre los carbonatos de calcio.
Por suerte, las Pinguicula no se hicieron de rogar, y tras unos muestreos negativos cerca de un riachuelo que bajaba en el lateral del camino, dimos con un pequeño escarpado orientado hacia el norte, la cara más húmeda, dónde crecían las esperadas Pinguicula grandiflora.
En efecto, las plantas carnívoras crecían sobre una fina capa de musgo (no sphagnum), parcialmente descompuesto, con una continua película de agua que mojaba sus raíces. Lo más llamativo es que dicha capa de sustrato apenas medía 1 cm de grosor, en una pared totalmente vertical. Es por todos conocido el escaso sistema radicular de las Pinguicula, pero a pesar de todo, la continua cortina de agua no había despegado ningún ejemplar de la roca.
En la fotografía de la izquierda se puede apreciar la verticalidad de la roca y la gran cantidad de individuos creciendo libremente. Realmente me impactó la gran densidad que puede abarcar esta especie. No obstante, debo reconocer que competitivamente hablando, tiene mucha más ventaja que las plantas adyacentes. Para empezar, el hecho de crecer en en una capa tan fina de sustrato por tener pocas raíces le confieren una gran capacidad para colonizar zonas que otras plantas superiores ni pueden pretender, debido a su peso. En este caso, la roseta basal totalmente compacta de P. grandiflora permite pegarse a la pared y aguantar chaparrones sin despegarse. Además, el hecho de ser carnívora le permite una gran ventaja para obtener nutrientes y por lo tanto crecer en estos sustratos pobres, tanto en profundidad como en calidad edáfica.
Debido a la época de la excursión, la P. grandiflora ya no estaba en flor, aunque algunos individuos nos deleitaron con algunas capturas, como la que se muestra a continuación, de un mosquito. A pesar de que no se aprecia la especie del mosquito, diría que es un mosquito común (Culex pipiens).
Las hojas estaban cubiertas por una densa a la vez que fina capa de mucílago, con capacidad para atrapar insectos ligeramente más pesados que un mosquito.
A pesar de lo impactante que fue encontrar estas plantas, debíamos seguir para rastrear la posible turbera en busca de Drosera. Siguiendo el sendero nos encontramos pequeñas fuentes de agua fresca
A pesar de haber sido un verano ligeramente seco en el país vasco, era común encontrar riachuelos que cortaban el camino y nos obligaban a pasar sobre rocas para evitar encharcarnos los zapatos.
El agua era un signo de posibles poblaciones de plantas carnívoras, pero nos llevamos una grata sorpresa al encontrar parches de sphagnum creciendo en los márgenes del camino. Algunos de ellos en perfecto estado y otros ya deshidratados por haberse secado el afluente que irrigaba sus tejidos.
Como era de esperar, rastreando cerca del agua nos encontramos con otra población de P. grandiflora. Aunque como veréis a continuación, éste individuo nos daba la bienvenida con una presa inesperada.
A pesar de que a muchos os vendrá a la cabeza un mosquito, no se trata de eso. Es un díptero más grande que un mosquito, con patas más largas, abdomen más largo y alas más grandes. De aquí mi sorpresa. Se trata de un díptero de la familia Tipullidae , pudiendo alcanzar de 2 a 6 cm de tamaño. Contrariamente a lo que se cree, no son hematófagos, por lo que no pican. Y no solo eso, sino que son depredadores naturales de los mosquitos comunes.
Por el camino encontramos caballos y vacas. No os voy a mentir, al ver a los rumiantes comer cerca de las cada vez más escasas poblaciones de Pinguicula y Drosera me entraba el temor de que estas poblaciones pudieran desaparecer debido a la depredación por parte de los herbívoros. De hecho, Kike me comentó que algunos sitios por donde pasamos con muestreo negativo, otros años si había parches de carnívoras.
Pero pasaban las horas y tras tomar algunos caminos erróneos, la puesta de sol se nos acercaba, y el coche y la posible turbera con Drosera se nos alejaban más a cada minuto. Ante la posibilidad de volver con oscuridad, tuvimos que empezar a correr.
Por fin, detrás de una curva del camino, vimos una extensión de musgo sphagnum y a sus alrededores turba. Habíamos llegado a la turbera. Ahora solo nos faltaba encontrar las Drosera. Y no tardamos en dar con ellas.
Ante nosotros teníamos unos 12 metros cuadrados completamente llenos de Drosera creciendo sobre el voluminoso musgo Sphagnum.
Por desgracia, no éramos los únicos que habíamos encontrado esta turbera, el ganado había llegado antes y sus pisadas llenaban toda la turbera. Al ser un sustrato encharcado, las pisadas llegaban hasta los 20 cm de profundidad, arrastrando incluso, algunas Droseras. Las carnívoras estaban situadas en una zona de pinar abierto, con algunas horas centrales de luz directa, aunque totalmente rodeadas de pinar. Deducimos que esta población está condenada a desaparecer a medida que el pino gane terreno y la escasa luz que penetra a la turbera se vaya atenuando todavía más, hasta que sea insuficiente para el desarrollo de las Droseras, ya que entre los pinares y las plantas de la família Poaceae que crecen de manera natural, condicionarán la supervivencia de las cada vez más escasas plantas carnívoras.
Finalmente a la vuelta nos encontramos cara a cara con algunas vacas, en un camino muy estrecho que nos miraban fijamente. Con un poco de incertidumbre y tras la negociación de Kike con ella, conseguimos pasar.
A pesar de todo, la puesta de sol nos había atrapado, aunque caminando rápido pudimos llegar al coche con luz.
Deseo dar las gracias a Kike y a Iratxe por guiarnos por esos caminos y por enseñarnos ese rinconcito donde todavía se pueden encontrar plantas carnívoras creciendo en la naturaleza.